El salón aún conservaba la calidez del invierno. Mantas de lana gruesa, cojines de terciopelo y velas aromáticas ocupaban cada rincón. Pero los primeros días soleados despertaron en Ceci la necesidad de cambio. Como decoradora de interiores, sabía que el hogar debía evolucionar con las estaciones. Y así comenzó la transformación.
Adiós a los tejidos pesados
El primer paso fue recoger las mantas de lana y reemplazarlas por otras más ligeras de algodón y lino. Optó por tejidos como el muselina y el lino lavado, que aportaban una sensación más fresca al tacto sin perder el confort. En el sofá, los cojines en tonos oscuros dejaron paso a estampados florales y colores pastel, con telas de gasa y bordados sutiles que evocaban la naturaleza. La alfombra gruesa del salón se sustituyó por una de fibras naturales, como el yute o el sisal, que aportaban frescura sin renunciar a la calidez. Para añadir un toque artesanal, incorporó cestas de mimbre y lámparas de ratán, elementos que conectaban con la estética relajada de la primavera.
Renovar la luz y el color
Las cortinas opacas, perfectas para los días fríos, se cambiaron por visillos translúcidos de lino y algodón que dejaban entrar la luz de la primavera. Este cambio no solo iluminaba más el espacio, sino que también creaba una sensación de amplitud. En la mesa de centro, un jarrón de cerámica esmaltada con tulipanes reemplazó a los candelabros invernales. Además, incorporó pequeños detalles en colores vibrantes, como marcos de fotos en tonos pastel y cerámicas artesanales en tonos tierra y verdes, evocando los campos en floración.
Un dormitorio más ligero y acogedor
En el dormitorio, el edredón grueso de plumón fue sustituido por una colcha de lino en tonos claros, como el beige y el blanco roto, que aportaban ligereza visual. Las sábanas de franela se guardaron hasta el próximo invierno, y en su lugar, las de algodón percal y satén aportaban frescura y suavidad. Un cambio sencillo pero efectivo. Sobre la cama, cojines de lino bordado y una manta de hilo completaban la renovación, mientras que una guirnalda de luces cálidas en la cabecera aportaba un toque de romanticismo sin recargar el ambiente.
Incorporar la naturaleza en cada rincón
El toque final llegó con las plantas. Antes, solo había pequeñas suculentas en los rincones, pero con la llegada del buen tiempo, Ceci decidió añadir más vegetación: una monstera en el salón, lavanda en la mesita de noche y un pequeño limonero en la terraza. En la cocina, macetas de barro con hierbas aromáticas como albahaca, romero y tomillo no solo decoraban, sino que también añadían un toque funcional al espacio. Además, eligió jarrones con ramas de eucalipto y flores silvestres para aportar frescura y un aroma sutil y agradable.
Para realzar la sensación de primavera, también introdujo detalles en la vajilla y la mesa del comedor. Optó por manteles de lino en colores suaves, vajilla de cerámica con motivos florales y copas de cristal tintado que reflejaban la luz de manera delicada. Pequeñas velas perfumadas con aromas cítricos y florales complementaban la atmósfera.El resultado fue un espacio renovado, luminoso y en sintonía con la nueva estación. Con unos cuantos cambios estratégicos, Ceci había conseguido transformar su hogar sin perder su esencia. Ahora, su casa no solo se veía distinta, sino que también se sentía distinta. Y eso, en decoración, lo era todo.
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